literature

Los Hijos de la Sombra cap 1

Deviation Actions

Bred-Niar's avatar
By
Published:
1.4K Views

Literature Text

Capitulo 1
                       
La era del falso esplendor
Maestro de asesinos
Sombras



Las praderas de la Zona Neutra habían sido un gran campo de batalla en una era anterior a su nacimiento, una era de batallas sin cuartel entre los altos elfos y los odiados elfos oscuros. Eran buenos tiempos, pensó Aleth mientras suspiraba aburrido observando una vez más la extensa llanura, en busca de una pieza de caza interesante. Como cada semana, Aleth salía de cacería junto con su escolta para divertirse con el arco, cazando alguna bestia salvaje para llevarse como trofeo a la ciudad y presumir frente a los demás. Aleth era un noble elfo, joven para los cánones élficos. Como todos los elfos, era alto y delgado, de piel pálida, y de cabellos rubios que brillaban como la plata. Sin embargo, el carácter de Aleth se alejaba mucho de la nobleza, era egocéntrico y narcisista, y tenía una romántica idea sobre la guerra, pensando firmemente que todo lo relacionado con los conflictos era conquista, honor y gloria... Un pensamiento muy propio de alguien que nunca había visto una batalla real. Miró con disgusto como se había ensuciado parte de sus espléndidas botas adornadas con unas filigranas de plata, con el barro del camino y lanzó un sonoro suspiro de aburrimiento mientras se apoyaba en su recurvado arco, a modo de bastón.

- Esto es aburrido - dijo en voz alta. - Siempre las mismas malditas bestias. -

Sus dos escoltas, dos elfos que vestían una blanca armadura ligera, se acercaron a Aleth con sus espadas enfundadas. Eran grandes guerreros, completamente leales a su misión y a Aleth, aunque más de una vez ocultaban sus gestos de indignación por los caprichosos deseos de su señor.

- Mi Señor. - opinó uno de los escoltas con una reverencia. - Con todo respeto, esta anocheciendo y estamos muy lejos de la ciudad. Deberíamos... -
- ¿Volver? - interrumpió Aleth con disgusto. - ¿Acaso he llegado hasta aquí, cargando este pesado arco y ensuciándome mis maravillosas botas, para volver sin ninguna pieza que demuestre a todos mi gran espíritu cazador y mi destreza con el arco? ¿Quieres avergonzarme delante de todos? -
- No, mi Señor. Yo solo... -
- ¡Ya basta! No quiero oírte. Lo que quiero es cazar un buen trofeo, quiero algo realmente emocionante. Ya estoy cansado de bestias cristalinas y arañas gigantes. - Aleth miró divertido a la otra orilla del río, hacia los Bosques Negros. - Y creo que se donde encontrar mi trofeo... -

Los dos escoltas se miraron horrorizados, sin creerse el nuevo capricho de su señor. Esos bosques eran las tierras de sus enemigos, los elfos oscuros. A pesar del tratado de paz que había hecho nacer la llamada  "Era del esplendor" era demasiado temerario entrar en dominios enemigos armado, cacería o no.

- Con todos mis respetos, Señor, no creo que sea una buena idea. Son tierras de elfos oscuros. No sabemos como podrían reaccio... - el escolta fue interrumpido con una bofetada de su amo.
- ¡Silencio! Tu obligación es protegerme ¿No? ¡Pues ya sabes que hacer si soy atacado! Además, soy un noble elfo. ¡No pueden hacerme nada! ¡Inmunidad diplomática gracias al tratado de paz! ¿Puede tu limitada cabeza entender eso? - el escolta se limitó a asentir, tragándose la rabia que sentía. - Entonces, vamos. Veamos que puedo cazar en esas tierras malditas. -

**********************************************

La noche comenzaba a caer, ensombreciendo aun más los siniestros Bosques Negros. Luciel observaba con cierta alegría como la luna comenzaba a elevarse en el horizonte, sintiendo una absoluta comodidad en la sombra. Sombras. Luciel sonrió al pensar en su significado. Hacía tantos años que se movía a través de ellas, que él y sus súbditos eran ya unas sombras, de ahí el nombre de su orden: Hijos de la Sombra. Asesinos ocultos y letales. Luciel se enorgullecía de ser el Maestro de todos ellos y permanecer en el secreto para todos los pueblos a excepción de las más altas esferas de la nobleza. Servía al Tetrarca Mirchell, maldito por la insolencia de un humano que le había expropiado casi todos sus movimientos y sentidos… Gracias a su trabajo cada vez faltaba menos para la recuperación de su señor. Si no fuera por el maldito tratado de paz entre razas, él y sus hombres podrían seguir actuando en secreto contra sus enemigos, pero ahora se limitaban a esperar en silencio. Un leve agite de hojas le llamó la atención y, sin darse la vuelta, supo quien más estaba con él, allí, en aquel claro del bosque.

- Infórmame - habló con una voz armoniosa mientras se descubría la cabeza, revelando unos hermosos cabellos negros peinados hacia atrás. Sus facciones perfectas, y su inquietante piel gris oscuro, marcaban más su altiva figura.
- Maestro de Asesinos - dijo una voz femenina, al tiempo en que una silueta vestida de negro hasta los ojos hacia una reverencia.
- ¿Qué es lo que ocurre? - insistió sin miramientos, mirando la luna con ojos brillantes. Había pedido que no se le molestase si no era por algo urgente.
- Intrusos en el Bosque Negro, Señor. Llevamos una hora espiándolos. Elfos armados, uno de ellos tiene aspecto de noble. Esperamos ordenes de ataque. - concluyó.
- ¿Ataque? - le inquirió sorprendido, dándose la vuelta para mirar a su informante. - Si es un noble no podemos atacar. Violaría el tratado de paz y, por consiguiente, daría problemas a nuestro Señor. -
- Creo... creo que debería verlo usted mismo, Maestro. -

**********************************************

Malendia sonreía ante los hijos que le miraban, suplicantes. Tenía que mantener la disciplina, así que les obligó a quitarse sus ropas sucias de barro. La luna brillaba en el centro del hermoso lago, y el sonido de la catarata resonaba con fuerza. La noche era fresca y la temperatura del agua no invitaba precisamente al baño.

- ¡Mirad como os habéis ensuciado! ¡Siempre igual, siempre peleándoos! ¡Sois hermanos, actuad como tales! - regañaba al lavar con cuidado las rodillas peladas, y el barro de la piel y los cabellos plateados de los niños. Eran lo que ella más quería en el mundo, después de que su marido muriera en la gran guerra contra los elfos de los bosques. Algún día, sus hijos serían tan nobles y fuertes como su padre, el gran templario de Shillen. Los niños continuaban con sus protestas al sentir el paño de seda húmedo y frío sobre sus pieles, pero su madre les sonreía mientras les acariciaba el pelo. - ¡Vamos! Cuando termine de lavaros comeremos pescado a la brasa. Yo misma los pescaré, ya veréis. - los niños sonrieron ante la inminente cena.

Entonces, algo fugaz atravesó con gran rapidez la orilla del lago e impactó en el pecho de Malendia, derribándola en la orilla del lago. La elfa oscura abrió los ojos de par en par y gritó de dolor, descubriendo una flecha de diseño élfico profundamente clavada en su estómago. Sus dos hijos, petrificados por el miedo de ver en el suelo a su madre, pronto vieron al culpable del ataque. Aleth caminaba con una sonrisa macabra en su rostro, llegando a los pies de Malendia y seguido por sus dos escoltas, que miraban la escena con cierta desaprobación. Aleth le propinó una patada a la mujer mientras reía mirando a sus hijos.

- ¿Veis? Esta si que es una buena presa. Dicen que las elfas oscuras son inquietantemente bellas y veo que no están equivocados. Tal vez debería encargar a uno de esos desagradables enanos que la disecase en la posición que yo desease. - dijo Aleth
- ¡Señor, ya es suficiente! ¡Esto es una barbarie! - protestó uno de sus escoltas.
- ¿Barbarie? ¡Bah! ¡Son enemigos nuestros! Por lo que a mi respecta, son como bestias salvajes a las que puedo cazar ¡Ajajá! - Aleth miró a los pequeños elfos oscuros mientras desenfundaba la pequeña daga que llevaba en el cinto. - Y estos pequeños podrían acabar en mi colección también. -
- N...no... ¡No te atrevas a tocarles, hijo de perra! - rugió Malendia.

El rostro de Aleth se endureció, iracundo ante aquella falta de respeto. La afilada hoja que pasó con suavidad por la garganta de la elfa oscura hizo un sonido metálico y estremecedor. La sangre comenzó a brotar de la garganta de Malendia, que miraba a sus hijos mientras la vida se le escapaba por la herida abierta, manchando parte de la orilla de rojo. Su asesino reía, disfrutando del momento, como el cazador que da muerte a su mejor pieza. Pero la alegría le duró poco. Dos flechas volaron hasta sus rodillas, clavándose y partiendo los huesos del elfo, que cayó llorando de dolor. Dos elfos oscuros, vestidos totalmente de negro, saltaron desde las copas de dos árboles cercanos y apresaron los escoltas de Aleth, inmovilizándolos y dejándolos de rodillas con unas espadas cortas cerca de sus cuellos.

- Ni un movimiento o lo lamentareis... - dijo uno de los elfos oscuros.
- ¡Argh! ¡Mis rodillas! ¡Maldita sea! ¡¿Cómo os atrevéis, bastardos?! ¡Estáis violando el tratado de alianza entre razas! ¡¡Soy un noble!! - aullaba Aleth, llorando, intentando en vano arrancarse las flechas del hueso.
- ¡Silencio! - gritó una voz profunda y vigorosa.

Una figura alta y esbelta apareció entre los árboles, caminando hasta el cadáver de Malendia. Se arrodilló ante ella, cerrándole los ojos vidriosos y sin vida. Tomó sus manos, cruzándolas sobre su pecho, y luego observó a los dos niños aterrorizados. Uno de ellos lloraba desconsoladamente y el otro estaba en estado de shock. Observó también que su madre no iba armada. Había sido asesinada a sangre fría, sin motivo alguno. Se incorporó, quitándose la capucha para descubrir un par de ojos llenos de ira. Luciel miró a sus hombres e hizo un gesto. El sonido de dos cabezas élficas al golpear el suelo acompañó el desplome de los dos escoltas de Aleth, decapitados de un solo golpe. Luciel había prometido seguir las órdenes de su señor, y no iba a provocar ningún conflicto que pusiera en riesgo los tratados de paz, pero aquello lo había enfurecido como nunca. Caminó hacia el elfo, que miraba aterrorizado como Luciel desenfundaba su espada corta de color azabache, soltando un leve aroma venenoso.

- ¿Q...qué pretendes? - tartamudeó Aleth - ¡No puedes tocarme! ¡Tengo inmunidad diplomática! ¡Si me matas, provocarás una guerra! -
- Tranquilízate... Un bastardo como tu no será echado de menos. Además, nosotros somos Sombras, hijo de perra. Nunca nadie sabrá quien te mató. De hecho nadie encontrará tu cadáver. - agregó Luciel. Aleth intentó protestar, pero el Maestro de Asesinos ya había oído bastante y degolló al elfo con su espada, dejándolo morir lentamente en el suelo.
- Llevad los cadáveres al pantano y hundidlos en el lodo. - ordenó limpiando el filo de su espada.
- ¿Qué hacemos con los niños? - preguntó uno de los asesinos. Luciel pensó unos segundos antes de hablar.
- Nos han visto y han visto como hemos asesinado a un noble elfo... Debemos silenciarlos. - concluyó - Que sea indoloro. -

Luciel les dio la espalda, escuchando como sus hombres volvían a desenfundar sus dagas y agarraban a los niños, que lloraban asustados. Era algo que le apenaba el corazón, pero debía hacerse. Sin embargo, en todos sus años como Maestro Asesino, sintió por primera vez compasión y recapacitó rápidamente en el momento en que los niños comenzaban a gritar por su madre, en un vano intento de que les ayudase.

- ¡Deteneos! - gritó, volviendo al lado de los niños. Los asesinos elfos oscuros se detuvieron y les soltaron.
- Señor, son las normas de los Hijos de la Sombra. No podemos dejar testigos de nuestros actos. - comenzó uno de ellos.
- Lo se, por eso mismo ellos se convertirán en nuestros nuevos miembros. Serán mis hijos adoptivos. - Luciel sonrió mientras abrazaba a los pequeños. - Neila estará contenta, crecerá con dos hermanos. -
by Bred

Demás Capítulos y otras Historias -> [link]


English version by ~VeNoM222 here: [link]
Comments5
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
Saari's avatar
Good for Aleth... f...bastard .>___>.
I was really going to hate Luciel also but he proved to be cool x)

so... sombrero is the hat that gives shadow :D
yeah! now I understand something in spanish! x)